Siempre es preferible
la neurosis que la estupidez.
No hay loco
más triste
que el que ya se venció.
“El que cree estar loco”
y delega la belleza de su trastorno,
a una cabeza ajena,
evidentemente
prosaica y torpe,
pero ante todo
ventajosa y convenenciera;
la del psicólogo.
Además,
hay que advertir,
una cosa es estar loco
y otra cosa
es ser un vulgar paranoico;
para estos últimos
si sirven los psicólogos.
Ambos se merecen.