VI.-Un amor más allá de la muerte.
Cumbres Borrascosas
( Emily Bronte )
(fragmento)
—¡Oh, Caty! ¡Oh, vida mía! ¿Cómo podré soportarlo?
Éstas fueron sus primeras palabras, pronunciadas en un tono que ni siquiera pretendía ocultar su desesperación. Después la miró tan ardientemente, que me pareció que la intensidad de su mirada haría saltársele las lágrimas, pero sus ojos tenían la quemazón de la angustia y permanecían secos.
— ¿Pues qué? —dijo Catalina, cayendo de nuevo en un sillón y devolviéndole, de pronto, un gesto ensombrecido: su humor giraba como una veleta al viento de sus cambiantes caprichos. — ¡Edgar y tú me habéis destrozado el corazón, Heathcliff! Y los dos venís ahora a lamentaros junto a mí, como si fueseis vosotros los dignos de lástima. No os compadeceré, no. Me habéis matado..., creo que lo habéis conseguido. ¡Qué fuerte estás! ¿Cuántos años piensas vivir después de que yo me haya ido?
Éstas fueron sus primeras palabras, pronunciadas en un tono que ni siquiera pretendía ocultar su desesperación. Después la miró tan ardientemente, que me pareció que la intensidad de su mirada haría saltársele las lágrimas, pero sus ojos tenían la quemazón de la angustia y permanecían secos.
— ¿Pues qué? —dijo Catalina, cayendo de nuevo en un sillón y devolviéndole, de pronto, un gesto ensombrecido: su humor giraba como una veleta al viento de sus cambiantes caprichos. — ¡Edgar y tú me habéis destrozado el corazón, Heathcliff! Y los dos venís ahora a lamentaros junto a mí, como si fueseis vosotros los dignos de lástima. No os compadeceré, no. Me habéis matado..., creo que lo habéis conseguido. ¡Qué fuerte estás! ¿Cuántos años piensas vivir después de que yo me haya ido?
Heathcliffse había arrodillado para abrazarla. Pretendió levantarse, pero ella le asió del pelo y le retuvo como estaba.
—Quisiera poder tenerte así cogido —prosiguió con amargura— hasta morir los dos. ¡No me importaría lo que sufrieses! Tus sufrimientos me son indiferentes. ¿Por qué no habrías de sufrir? ¡Yo sí que sufro, yo! ¿Te olvidarás de mí? ¿Serás dichoso estando yo bajo la tierra? Dirás de aquí a veinte años: "Esta es la tumba de Catalina Earnshaw. La amé hace mucho y fui muy desgraciado cuando la perdí. Pero ya pasó. Luego he amado a otras muchas. Ahora quiero más a mis hijos que lo que la quise a ella, y cuando muera no me alegrará ir donde ella. Me apenará dejar a mis hijos." ¿Será eso lo que digas, Heathcliff?
— ¡No me atormentes, que voy a enloquecer como tú —gritó HeathclifF, logrando libertar su cabeza, y rechinando los dientes.
—Quisiera poder tenerte así cogido —prosiguió con amargura— hasta morir los dos. ¡No me importaría lo que sufrieses! Tus sufrimientos me son indiferentes. ¿Por qué no habrías de sufrir? ¡Yo sí que sufro, yo! ¿Te olvidarás de mí? ¿Serás dichoso estando yo bajo la tierra? Dirás de aquí a veinte años: "Esta es la tumba de Catalina Earnshaw. La amé hace mucho y fui muy desgraciado cuando la perdí. Pero ya pasó. Luego he amado a otras muchas. Ahora quiero más a mis hijos que lo que la quise a ella, y cuando muera no me alegrará ir donde ella. Me apenará dejar a mis hijos." ¿Será eso lo que digas, Heathcliff?
— ¡No me atormentes, que voy a enloquecer como tú —gritó HeathclifF, logrando libertar su cabeza, y rechinando los dientes.
Ofrecían ambos, para un tranquilo espectador, un cuadro chocante y terrible. Catalina tenía verdaderamente por qué creer que el cielo sería para ella un destierro, si con sus mortales despojos no perdía también su contextura moral. Su blanco rostro reflejaba un furioso rencor, sus labios estaban exangües y sus ojos centelleaban. Sus dedos, crispados, apretaban algunos mechones del pelo que habían agarrado. En cuanto a su amigo, se había valido de una mano para levantarse, y con la otra le habían cogido del brazo; pero la blandura de que era capaz guardaba tan poca proporción con lo que el estado de Catalina exigía, que cuando la soltó pude apreciar cuatro señales azulencas bien marcadas en la palidez de su piel.
— ¿Acaso tienes el demonio en tu cuerpo —prosiguió ferozmente— para hablarme de esa manera estando a la muerte? ¿Te imaginas que todas esas palabras van a grabárseme con letras de fuego en la memoria para atormentarme eternamente cuando me hayas abandonado? ¡Sabes que mientes al decir que te he matado, y sabes Catalina, que me olvidaría de mi propia vida antes que olvidarte! ¿No bastará a tu diabólico egoísmo con que yo me retuerza en torturas de infierno cuando tú estés descansando en paz?
—No descansaré en paz —dijo Catalina, experimentando de nuevo la sensación de la debilidad física por los latidos violentos e irregulares de su corazón, que se veía y oía agitarse bajo la influencia de su excitación extrema.
—No descansaré en paz —dijo Catalina, experimentando de nuevo la sensación de la debilidad física por los latidos violentos e irregulares de su corazón, que se veía y oía agitarse bajo la influencia de su excitación extrema.