El mundo se acercaba a su fin, los paranoicos milenaristas juraban que sólo quedaban cuatro años para su final, un suspiro más y alcanzaríamos al inexistente año dos mil. Me encontraba cursando un diplomado de literatura en la casa del libro, allí conocí a Blanca Martínez una guapa antropóloga procedente del hermano planeta de Cataluña. Rapidamente me invito a escapar de este aburrido y evidentemente caduco mundo en el que me encontraba estancado. Sin pensarlo, me subi a su nave y seguí su curso, ella representaba para mí, una doble envidia en mi seco y desesperadamente frustrado corazón, esa mujer era lo que en un remoto tiempo, añejo por más, había yo deseado convertirme. Y también ella ya se tornaba como lo que yo apenas simulaba ser. Un escritor.
Blanca era simpática, pero sobre todo inocente, ya que me invitó a su club; una hermandad "frikeante" y bisarrra que rayaba en lo surrealista, una raza de suprahumanos que se alimentaban diariamente de Champagne con galletas de barquillo sabor fresa. Se encontraban todos los elementos de esa cofradía recluidos en el "Orfeo Catalá" un lugar fuera o a lo mejor solamente lejos de cualquier espacio y tiempo, un espacio, tal vez, localizado dentro de la dimensión desconocida.
Arribé a ese lugar cual cosmonauta que se integra a un planeta desconocido, todo el medio ambiente era fascinante y su sociedad era cuasi perfecta, parecía el "Orbis Tertius" que inventó Borges para su libro de -Ficciones- y a "Tlön" representaban, como a cualquier extraño, fuí bien recibido y de inmediato integrado a su civilización; se me educó como es debido en las corrientes filosóficas más importantes de esa sociedad: Isaac Asimov, Ray Bradbury, Harlan Ellison, Philip K. Dick, Huxley, C. Clarke, Boulle, en fin, fuí educado en su inmensa y sabia cultura, cuando creyeron que estaba yo listo, me invitaron a su religión. Me aprendí los nombres más importantes de su sociedad donde todos veneraban a -José Zaidenweber- como a un Dios ya desaparecido; su gobernante, era un tal Salomón Basbas y su camara de representantes estaba formada por nombres como: Aldo Alba y Gerardo Porcayo entre otros; Es evidente que en cualquier mundo por muy avanzado que sea, quien realmente gobierna es la religión y aquí no eran la excepción y en este caso el aparato de dogma era representado por un genial personaje, un gurú de antología, sacado de la peor pesadila de Maimonidez, un protagonista que ni una pluma creativa pudo inventar, definitivamente si no hubiera nacido, no hubiera existido por ningún otro medio, de entre todos los tutores existentes en ese atípico planeta, me tocó el más cotizado, el más inteligente y al mismo tiempo, el más tiernamente perverso, veterinario no practicante y licenciado en letras que amaba profundamente a los cuentos y alocadamente a las mujeres. Su nombre, JORGE CUBRÍA. Crecí bajo sus consejos y me nutrí de él como quien se alimenta del mar.
Pero la existencia de todo ese mundo tenía una intención clara, ofrecer a quien quisiera un poco de su agua del conocimiento, esa sociedad ofrecía a cualquier humano la frontera que se encuentra más allá de la ciencia. Su fin último era la creación de cultura, creaban revistas de ciencia ficción y de fantasía, a ellos debemos publicaciones como la revista de "ASIMOV ciencia ficción en español" y de la revista "GOLIARDOS" y de un infinito número de libros escritos dentro de este género, orgullosamente mexicanos y modernos, abanderados con nombres como: Hector Chavarría, José Luis Zárate, H. Pascal (donde la "H" no dice nada, porque es muda), Gabriel Trujillo muñoz y porque no decirlo, alguien que siempre permaneció al margen, pero constante entre ellos, Paco Igncio Taibo II.
Lo más impresionante (al menos para mí), era el departamento de cultura cinematográfica, se trataba de un santuario donde todos acudíamos con respetuosa religiosidad; "El cine club de ciencia ficción del Orfeo Catalá", fundado ese mismo año de 1996 por Blanca Martínez, Nestor Calvet y Aldo Alba, un lugar que en coordinación con los talleres de lectura y escritura, nos nutría a todos los civiles para la creación de los textos que se integraban a las publicaciones.
Mientras Jorge Cubría me enseñaba a leer y escribir, Víctor Dragón me enseñaba las infinitas posibilidades de la cinematografía, antes de la AMCyF, mi criterio con respecto al cine era muy inmaduro, por no decir estupido, yo creía que si la película en cuestión me entretenía era buena y si me aburría era mala. Ellos me enseñaron que el diálogo del cine no tenía porque darme gusto, me enseñaron a observarlo, a descifrarlo, a comentarlo, desde entonces soy un apasionado del cine y sobre todo de la ciencia ficción.
A la distancia están estas memorias y cada día que pasa, mis recuerdos se tornan como una sublime mariposa onírica que revolotea con ternura por mis añoranzas, de repente y sin la más mínima explicación, salí de ese maravilloso mundo, sin motivos, ni despedidas; Discúlpame Blanca, discúlpame Jorge, pero partí creyendo que volvería, ahora se que ya no puedo volver, porque perdí el mapa estelar que me dictaba la ruta, saludos a Zárate y ojalá siga ganando premios, salud Aldo, a la banda de puebla, a todos felicidades por existir y que la fuerza esté con ustedes, sí, ya sé, odiaban a la guerra de las galaxias porque realmente no es ciencia ficción, porque sólo es un mal intento de Space Opera o si acaso, de ciencia especulativa blanda.
En fin, tengo en un lugar muy especial de mis recuerdos a la Asociación Mexicana de Ciencia ficción y Fantasía. No diré mi nombre, sólo presumo que mi pie tocó ese mundo y que mis letras quedaron plasmadas en sus viejisimos anales y que como cualquier civilización ajena a los mandamientos de la imperativa realidad, nutrió mis sueños y esperanzas de que otros mundos siempre serán posibles.