III. Amor rechazado
La Celestina
*Fernando de Rojas
(fragmento)
CALISTO.-En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
MELIBEA.-¿En qué, Calisto?
CALISTO.- En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y hacerme a mí inmérito de tanta merced que verte alcanzase, y en tan conveniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudiese. Sin duda incomparable-mente es mayor tal galardón, que el servicio, sacrificio, devoción y obraspías, que por este lugar alcanzar tengo yo a Dios ofrecido. ¿Quién vido en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre, como ahora el mío? Por cierto los gloriosos santos, que se deleitan en la visión divina, no gozan más que yo ahora en el acatamiento tuyo. Más ¡oh triste!, que en esto diferimos: que ellos puramente se glorifican sin temor de caer de tal bienaventuranza y yo mísero me alegro con recelo del esquivo tormento, que tu ausencia me ha de causar.
MELIBEA.-¿En qué, Calisto?
CALISTO.- En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y hacerme a mí inmérito de tanta merced que verte alcanzase, y en tan conveniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudiese. Sin duda incomparable-mente es mayor tal galardón, que el servicio, sacrificio, devoción y obraspías, que por este lugar alcanzar tengo yo a Dios ofrecido. ¿Quién vido en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre, como ahora el mío? Por cierto los gloriosos santos, que se deleitan en la visión divina, no gozan más que yo ahora en el acatamiento tuyo. Más ¡oh triste!, que en esto diferimos: que ellos puramente se glorifican sin temor de caer de tal bienaventuranza y yo mísero me alegro con recelo del esquivo tormento, que tu ausencia me ha de causar.
MELIBEA.-¿Por tan gran premio tienes éste, Calisto?
CALISTO.-Téngolo por tanto en verdad que, si Dios me diese en el cielo la silla sobre sus santos, no lo tendría por tanta felicidad.
MELIBEA.-Pues aún más igual galardón te daré yo, si perseveras.
CALISTO.-¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra habéis oído!
MELIBEA.-Mas desaventuradas de que me acabes de oír porque la paga será tan fiera, cual merece tu loco atrevimiento; y el intento de tus palabras, Calisto, ha sido ¿Cómo de ingenio de tal hombre como tú, haber de salir para perderse en la virtud de tal mujer como yo? ¡Vete!, ¡vete de ahí, torpe! Que no puede mi paciencia tolerar que haya subido en corazón humano conmigo el ilícito amor comunicar su deleite.
ddd
Calisto se enamora de Melibea a primera vista, diciéndole de inmediato que ve en ella la grandeza de Dios. La advierte perfecta y se siente "glorificado"; su pasión es tal, que su contemplación es comparada con la de los santos. Ese amor pasional se verá ayudado por una vieja hechicera (la Celestina) quien, por medio de conjuros, tratará de hacer que los dos logren su amor. En este tiempo, y con un rechazo a las costumbres medievales, los personajes buscan elementos terrenos para unir sus deseos amorosos. Averiguan así, a través de invocaciones y de prendas, cómo unir su amor para siempre. Es un amor igualmente rechazado ya que nunca logran su objetivo: una muerte imprudencial sorprende a Calisto, y Melibea decide quitarse la vida al verlo inerte.
Cuando es el motivo pasional el que persiguen los personajes, el camino que sigue el amante hacia la conquista, por lo general, jamás termina y si lo hace, muere.
Cuando es el motivo pasional el que persiguen los personajes, el camino que sigue el amante hacia la conquista, por lo general, jamás termina y si lo hace, muere.